Margarita Klemenc, integrante de los grupos de trabajo desde 1992, explicó el inicio de esta devoción. “La señora Manuela Canteros citó a los vecinos del barrio a una reunión que se realizó en la Escuela Nº 991; allí se explicó que era para crear una capilla que hasta ese momento no había. Después de conversaciones, surgieron varias propuestas, hasta que nos decidimos el de Nuestra Señora de Fátima. Enseguida conseguimos el terreno, la familia Giménez Campos donó una parcela de su terreno y todo el barrio se involucró; comenzamos a limpiar el terreno y a organizar encuentros para que las familias y los chicos se acerquen a este lugar y colaboren en distintas actividades con lo que se recaudaban fondos para iniciar la construcción.
Llevábamos la imagen de la Virgen casa por casa y la gente comenzaba a sentir un apego a esta devoción; incluso, en Pascua, no teníamos la capilla pero hacíamos el Vía Crucis por las calles y las estaciones se realizaban al frente de las casas de vecinos quienes sacaban las imágenes de sus santos y había amplia participación”.
En otro párrafo, cuenta que “casi todo el trabajo lo hacíamos nosotros para ahorrar recursos y con el proyecto que diseñó el señor Roque Noroña y las gestiones que hicimos antes distintos organismos se consiguió la construcción del templo; mi esposo (Pedro Ruiz) nos decía que había que golpear todas las puertas posibles y así fue que nos contactamos con la Fundación Pérez Companc que nos donó dos mil pesos; luego de enviar fotos y explicar la construcción en marcha, nos aportaron cuatro mil pesos más; a su vez, el párroco de entonces, padre Antolín Paredes con contactó con Adveniat (comisión episcopal alemana) que nos aportó dieciséis mil pesos que significó un empuje decisivo. Hay que sumar el aporte del gobierno provincial del Dr. Tauguinas que aportó cuatro mil pesos mediante gestiones del diputado Julio Beker y, Ante Garmaz nos donó cincuenta corbatas que vendimos y obtuvimos más recursos. Donde pedíamos siempre teníamos respuestas y sumábamos el aporte de vecinos, comerciantes y devotos, es decir, la Virgen hacía maravillas”.
A los planos originales de Roque Noroña se le cambió un poco la dimensión del tinglado original con un agregado de cinco metros más; luego, los dos salones laterales, un depósito, los sanitarios, ya que primero había letrinas. Todo comenzó con la gruta donde se celebraba la Eucaristía y, en tiempos de lluvia y frío se colocaban lonas para cubrir el tinglado y reunirse allí.
“Desde un comienzo un grupo de mujeres rezaba diariamente el Rosario: Chicha Romero, Nena Canela, Peti Ruiz, Elsita Maldonado, María Lezcano, entre otras, recuerda Margarita Klemenc; también funcionó un comedor para niños en los salones y había enseñanza para alumnos de escuela para adultos; es decir que la Capilla Nuestra Señora de Fátima sirvió para unir al barrio con un objetivo común; algunos que estuvimos en el comienzo no estamos tanto; en mi caso hace unos cinco años tuve un ACV, lo que me obligó a hacer un parate; otros ya no están con nosotros, otros se fueron y después volvieron y, en este momento, hay un lindo grupo que sigue con este trabajo y es muy valioso ofrecer estas labores para nuestra Madre”.